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Adiós pastores, hola operarios

En nuestros pueblos, se está pasando de demandar pastoras y pastores, conocedores y manejadores del entorno natural, a ofrecer puestos de trabajo de operarios y operarias, con las únicas funciones de baldear las naves y retirar cadáveres.

Caminamos a grandes pasos hacia pueblos vacíos de personas y llenos de animales confinados en grandes industrias ganaderas altamente contaminantes. En el último año y medio se han presentado 31 proyectos de macrogranjas porcinas, que no parecen muchas dado lo extenso de nuestra provincia, pero los planes de las grandes compañías integradoras, cifran en varios cientos las macrogranjas a instalar.
Por su parte, la Consejería de Agricultura, contribuye con sustanciosas subvenciones a la expansión empresarial de este modelo que lleva la industria al campo, sin importar las consecuencias para la vida de los pueblos.

Las pastoras y pastores aportan importantes “servicios ambientales”

Que las pastoras y pastores son profundos conocedores de la naturaleza no es un mito, está basado en hechos científicamente probados. El catedrático de Ecología y mi maestro, el Fernando González Bernáldez, allá por el año 1984, cuando nos enfrentamos con el primer examen en la asignatura de Ecología en la UAM, se dirigió a nosotros y nos dijo: “Si ustedes no saben de ecología, lo más que les puede pasar es que suspendan la asignatura y no consigan la licenciatura, pero hay personas como los pastores que se juegan su propia supervivencia si desconocen las claves de la ecología”.

Las pastoras y pastores conocen del clima, el tiempo, el territorio que transitan a diario, conocen todas cada una de las plantas herbáceas que sirven de alimento a su ganado, de tal manera que pastorean aprovechando estas plantas cuando están “en sazón”. Un gran número de los pastores y pastoras tienen, además de los mencionados, amplios conocimientos (aunque sea de forma intuitiva) de: zoología, medicina tradicional, edafología, geología, hidrología, arquitectura tradicional, artesanía, ingeniería, mecánica, gastronomía, etc., que en su mayoría han recibido de sus padres y madres y que, desgraciadamente, pocas transmitirán a sus hijas e hijos. Este saber vinculado a lo que se ha denominado “cultura pastoril” es un patrimonio riquísimo y poco valorado, siendo el excelente libro “Etnobotánica de la Serranía de Cuenca” un claro ejemplo de ello.

El manejo del territorio de los pastores y pastoras es indispensable para mantener la biodiversidad y la estructura en mosaico típica del monte mediterráneo, prevenir incendios forestales y dispersar una enorme variedad de semillas que confieren gran variedad de especies y un equilibrio entre gramíneas y leguminosas a los pastizales que frecuentan. Y, lo más importante, la acción del pastoreo, permite el cierre de los ciclos biogeoquímicos y por ello, fijar carbono en forma orgánica hacia los suelos (los suelos son el segundo sumidero de carbono de la biosfera), algo fundamental en un momento en que ya notamos el cambio climático, con uno de los perores efectos: la sequía.

Las ovejas, cabras, yeguas y vacas, criadas de forma extensiva y tradicional, no compiten en su alimentación con el ser humano, se alimentan de pastos (gracias a la magia del sistema digestivo de los rumiantes pueden aprovechar la indigesta celulosa) y de recursos considerados “marginales” que ningún otro animal superior es capaz de aprovechar: rastrojeras (se dice la oveja llega al campo detrás de las cosechadoras), ribazos, márgenes de las parcelas agrícolas, áreas forestales, riberas y canchales. Además, complementan y restituyen la fertilidad de las tierras. En Cuenca es conocida y hasta hace poco muy utilizada, la técnica del majadeo (de ahí el nombre de Las Majadas) para abonar los campos.

El “Monumento al Pastor de las Huesas del Vasallo” es poco tributo para lo que se merecen los pastores, puesto que al fin y al cabo fueron (a través de la producción lanera) el motor económico del Reino de Castilla durante la Edad Media, favoreciendo su poderío militar y posibilitando la conquista de América.

Los operarios de las macrogranjas en nada se diferencian a un obrero de cualquier industria

En el lado contrario, los operarios que trabajan en las macrogranjas porcinas (no deberían llamarse ganaderos) sirven a una gran empresa: la integradora, con la sede en una ciudad, donde los que dirigen y toman decisiones, jamás se ensucian sus impecables americanas ni sus caros zapatos italianos pisan el suelo de nuestros pueblos.

Las integradoras son las propietarias de los animales, realizan el seguimiento sanitario de los cerdos, facilitando los medicamentos y tratamientos necesarios y proporcionan el alimento, pues posen fábricas propias de pienso. Los propietarios de las naves de las macrogranjas no tienen un solo animal en propiedad, pero les toca la desagradable responsabilidad de gestionar los purines.

En cada macrogranja de porcino de cebo, independientemente de su tamaño, trabaja un solo operario. Estos operarios sin cualificación, realizan básicamente dos funciones: La primera baldear las naves con abundante agua (de ahí el enorme gasto de agua de estas macrogranjas) para arrastrar los excrementos a las balsas, generando los tristemente conocidos purines cuyo volumen se cuenta por decenas de millones de litros anuales en una sola macrogranja. La segunda es retirar los cadáveres que irán a un contenedor para ser recogido por una empresa gestora. Una vez hecho esto, a nuestro operario, con cometidos propios de cualquier industria, solo le queda comprobar que todos los automatismos funcionan y que los niveles de agua o pienso son los adecuados. Dado el alto automatismo, el sistema de cría en fases y de integración vertical, el operario no precisa saber absolutamente nada de ganadería, de sanidad animal, de requerimientos alimenticios, de climatología o de cualquier otro tipo de conocimiento del entorno natural.

Los pueblos de Cuenca sufren la despoblación, los proyectos altamente impactantes y los recortes

Nuestros pueblos han sufrido y todavía sufren enormes amenazas en los últimos años. Los pueblos casi vacíos y con población envejecida y poco informada, es el campo abonado para que florezcan los proyectos que no quieren en otros territorios, de la mano de ambiciosos promotores sin escrúpulos y caciques locales. A la instalación del Cementerio nuclear, hay que añadir unos proyectos que felizmente se archivaron: una cementera en San Lorenzo de la Parrilla o una térmica de Barajas de Melo. Pero no se pudieron evitar los recortes de servicios sanitarios locales o la desaparición de muchas escuelas rurales en la época Cospedal [8]. Ahora que el trasporte público de los pueblos (por carretera o ferrocarril) amenaza con desaparecer, solo queda que la industria de la cría intensiva de porcino, que no quieren en Murcia o Cataluña, aterrice en nuestras tierras.

Es hora de elegir, no lo podemos dejar para mañana, ¿Qué preferimos? ¿Nuestra naturaleza diversa o empobrecida? ¿La sabiduría ancestral o la pobreza cultural en los pueblos? ¿Nuestros pueblos vivos y sostenibles o vacíos de personas y llenos de animales hacinados? ¿Nuestras fuentes manado agua pura y cristalina o contaminadas con nitratos? ¿Fijar carbono y luchar contra el cambio climático o emitir enormes cantidades de gases de efecto invernadero?

La Junta de Comunidades ya ha optado: se ha puesto del lado de las integradoras y facilita hasta 127.000 Euros por puesto de trabajo creado en cada nueva macrogranja. La Consejería de Agricultura M.A. y Desarrollo Rural es una pieza clave en el impulso de los nuevos proyectos, hasta el punto de que sin el aporte económico de dinero público (no olvidemos que es nuestro dinero) jamás se construirían buena parte de estas macrogranjas. Es llamativo que, por primera vez, la Consejería de Agricultura apuesta por la ganadería intensiva, sabiendo que apenas crea empleo en los pueblos (solo en los grandes mataderos y centros de transformación). La Consejería de Agricultura, debería dar muchas explicaciones sobre este giro de 180º y de sustraer el dinero que debería ir a los pueblos, para entregarlo a las grandes corporaciones localizadas en las ciudades.

Ecologistas en Acción-Cuenca ya ha elegido y luchará a través de la plataforma ciudadana Stop Macrogranjas, Pueblos Vivos, para impedir este nuevo zarpazo al mundo rural. Para ello, a partir del próximo año, el grupo ecologista estará presidido por una pastora.